Francisco Oller y Cestero es el más destacado pintor puertorriqueño del siglo XIX. Nos legó una obra insertada en las corrientes modernas del arte. Su formación insular se inicia en el Estudio de Juan Cletos Noa entre 1844 y 1845. Posteriormente estudia en Madrid, y en París (1858 – 1865), donde participa en el taller de Thomas Couture junto a Claude Monet, Auguste Renoir, y Alfred Sisley, entre otros. Es en esta primera época parisina que se adentra en la obra de Gustave Courbet, pintor realista, y uno de los pintores más distinguido del momento. Luego de su participación en la exposición del Salón de París en 1864, regresa a Puerto Rico, donde se suma a las corrientes abolicionistas y libertarias. Aquí permanece hasta 1873, fecha en que se inicia su segunda estancia en París (1873-1878).
Durante este período Oller participa activamente en el movimiento pictórico conocido como el Impresionismo. De él incorpora en su obra la preeminencia de la luz y el color. La luz se convierte en protagonista y define el color y el tono, efectos que se observan en sus paisajes, tanto los paisajes franceses, como los criollos. La experiencia de pintar al natural le permitirá descubrir la forma en que la luz afecta el color.
Copartícipe del desarrollo del Impresionismo en Francia, Oller abrirá las puertas del arte puertorriqueño al arte moderno. Tanto Paisaje francés II, como El estudiante, son obras programáticas del impresionismo por el uso de la luz y el color, el ambiente íntimo y la representación del paisaje al natural. No obstante, su conciencia social encuentra en el Realismo el lenguaje estilístico que mejor expresa sus preocupaciones sociales, por lo que en su obra coexisten el Realismo y el Impresionismo. El tema determina el lenguaje plástico empleado.
De esta forma, en el realismo de El Velorio asoman, a través de la puerta y la ventana, dos paisajes impresionistas. Oller traerá a su pintura las costumbres puertorriqueñas, la belleza del paisaje y los problemas sociales. El Realismo le dará el espacio para realizar obras que evidencian su profundo desagrado por la injusticia social y su objeción a la autoridad gubernamental despótica de su época.
Para Oller, El Velorio, es su obra cumbre. En ella hace una aguda crítica a la costumbre del baquiné. La obra representa los excesos y la falta de decoro ante la muerte de un niño. Se hace patente su anticlericalismo, como también su crítica al racismo, a la desigualdad social, a las costumbres frívolas para resaltar los valores nobles que encarna el negro Pablo, quien es el único personaje que asume una actitud digna ante la muerte.
Referencias: Museo de Arte de Puerto / Enciclopedia de Puerto Rico